
En muchas culturas, desde tiempos inmemorables, el huevo simboliza el nacimiento y la resurrección. Los griegos, por ejemplo, colocaban huevos en las sepulturas.
Ahora bien, el intercambiarse huevos de chocolate y de caramelo en Pascua no tiene más de un siglo.
Cuando la Iglesia cristiana empezó a celebrar la Resurrección el el siglo II, le fue fácil buscar un símbolo popular para el evento. Se dice que Simón el Cireneo, el que ayudó a Cristo a trasladar la cruz hasta el Calvario, vendía huevos.
Las personas con dinero en aquella época envolvían los huevos que regalaban con pan de oro y los campesinos los coloreaban.
Y si hacemos un salto histórico, en la segunda mitad del XIX, en Alemania, los huevos de Pascua sustituían los certificados de nacimiento, dado que una vez teñido el huevo con un color, se inscribía el nombre y la fecha de nacimiento del destinatario. Y lo más curioso es que estos huevos servían en los juzgados como prueba de identificación y edad de la persona.
El Zar Alejandro III de Rusia para obsequiar a su esposa, María Feodorovna encargó al gran orfebre Peter Carl Fabergé los huevos más valiosos hechos a mano. El primer huevo medía seis centrímetros de longitud y bajo la simpleza del exterior, dentro contenía una yema de oro, que a la que se abría, se veía una gallina de oro con ojos de rubíes. Además, para rematarlo, se podía levantar el pico de la gallina y allí se podía observar una reproducción en miniatura de brillantes de la corona zarina.
Se dice que Fabergé llegó a crear más de 50 huevos, de los que 43 se encuentran hoy en día en museos o colecciones privadas. Su valor, unos 3 millones de euros.
Hoy en día, el conjunto de tesoros de Fabergé se evalúa en casi quinientos millones de pesetas. Cuarenta y tres de los cincuenta y tres huevos que supuestamente produjo este artista se encuentran en museos o forman parte de colecciones privadas.
Fuente: tinet.cat
Imagen de Cultura y Arte (Mural)
Dom, Mar 28, 2010
Cocina e Historia